jueves, 1 de octubre de 2015

No tiene título porque ya perdí la cuenta de los capítulos.

Hice las maletas varias veces, siempre consciente de que me dejaba algo, para así tener una excusa para volver.
Me fui. Volví. Revolví. Continúe yendo y viniendo. Queriendo más de la cuenta. Demasiado bien y mal para tan poca y tanta sensibilidad.

Tenía miedo de irme, de alejarme,
de decir “Basta ya, no merezco esto, no me mereces”.
Tenía miedo a estar sola,
a no volver a enredar mis dedos en tu pelo,
a no volver a dejarme las lágrimas en tu hombro,
miedo,
       a todo,
               sin ti.


Pasaron varios meses y no volví a verte desde que puse aquel punto y final porque la situación me superaba más de lo normal.
No volví a verte, ni siquiera a coincidir contigo por ninguna parte.
No había ni un mínimo rastro de ti por ninguna red social.
Las fotos fueron desapareciendo, hasta conservar sólo aquellas en las que sonreíamos, por si algún día volvía a verte, recordar el motivo por el que seguía.
De vez en cuando, cuando menos lo esperaba llegaba algún mensaje, fuera de contexto, lleno de odio.
Dolía. Pero también desparecieron pronto de la pantalla.
Otra vez. Ni rastro, de nada. Ni de ti, pero tampoco de mí.
Cuando empecé a aceptar todo, a cerrar la herida… Recibí el mensaje que sin querer saberlo, llevaba meses esperando.
Nos vimos.
Todo iba bien.
Duró lo que esperábamos de durara, el tiempo suficiente para volver a abrirte las puertas de mi vida de par en par, sin ningún obstáculo de por medio.
Nos vimos un par de días más.
Nada había cambiado, y ese era el problema.
Pero esta vez, antes de que pudieras dolerme, fui yo quien por iniciativa propia, decidió poner punto y final a todo aquello, pero de verdad, de una vez por todas, para siempre.
Porque no quedaba nada.
Porque tú, te encargaste de que fuera así.
Y seguías haciéndolo.
Es difícil cuando estás tan ciego, saber si realmente quieres ver.
Yo decidí que quería ver, no sé en qué momento, pero lo quise así.


Hoy, después de más de un año,
después de haber dicho varias veces que ya pasé página,
que ya estoy bien,
que ya no me importa que pilles con cualquier niña tonta…
Hoy sí es verdad. Hoy sí lo siento de verdad.
Hoy sí perdono y paso página.
Hoy sé lo que quiero y no quiero ni tan siquiera una simple amistad.
No tengo miedo a estar sola porque siempre me sentí así.
No tengo miedo a no tener un hombro sobre el que llorar, porque lo que me hundía no eran mis lágrimas.
Hoy sí sonrío y soy feliz a medias,
porque mi felicidad ya no es dependiente de ti.
Sigo dependiendo de muchas sonrisas a mi alrededor,
pero la tuya ya no es la principal, ni la secundaria,
ni ocupa lugar alguno.
Para amar a otro primero has de amarte a ti mismo, y yo te digo, que para ser feliz con alguien primero has de saber serlo tú solo.


Aún así, te deseo que sonrías siempre,
que todo vaya bien,
que no sientas frío ni te sientas solo,
que siempre encuentres un hombro donde llorar,
que aprendas, sobretodo, a valorar,
no por complacer a los demás, si no por sentirte bien tú mismo.
Que ojalá, de verdad,
te quieran fuerte y bien.


Que, por último, la canción tenía razón.
La diferencia es que a mí, no me verás fingir feliz por ello.