domingo, 29 de noviembre de 2015

Dos pasos por delante de mí

Para variar no sé cómo empezar esto,
ni si quiera sé que título ponerle.
Pero créeme que no es por falta de imaginación o de ideas,

en el fondo sé muy bien que título podría ponerle.
Pero no quiero.
No quiero ponerle nombre a las ganas de ti,
a las ganas de tenerte cerca,
no quiero ponerle nombre a esa no tan extraña sensación cada vez que te tengo cerca.
No quiero ponerle ningún nombre a las señales que me advierten desde hace semanas,
de cuál es el camino por el que estoy andando.
No quiero ponerle nombre a esto,
no quiero ponerle una etiqueta y que por consecuencia nos comportemos acorde a unas reglas,
no quiero tampoco llamarlo juego,
ni seguir las reglas, ni tampoco saltármelas.
No quiero un juego a dos bandas, ni a tres,
no quiero que haya bifurcaciones posibles en el camino,
no quiero ser una ficha de tu tablero,
ni quiero que tú lo seas.
No quiero un “Game over”,
no lo quiero ni aunque exista la opción de repetir la jugada,
porque lo más probable es que nos encontremos con otro “Game over”.
No voy a prometerte nada,
ni un "Prometo no hacerte daño", "Te prometo que será para siempre", "Te prometo que todo irá bien".
No voy a prometerte nada de eso, porque estaría incumpliendo la primera promesa.
No voy ni si quiera a decirte que "todo irá bien",
porque el día menos pensado cambia todo,
sin saber muy bien por qué todo cambia.
Si no me crees, mira donde estamos ahora, chico.
No voy a prometerte nada,
para que si el día que el camino se nos acabe,
te acuerdas de mí,
no sea por las promesas que te hice y no cumplí.
No voy a pedirte nunca que me cuides,
que no me falles,
y mucho menos que no me dañes.
Prefiero ser realista en vez de romántica.
Después de todo tengo asumido y grabado a fuego eso de que
"Quién te quiere te hará llorar"
y no por gusto, o sí.
No sé cómo llamar a todo esto,
por una parte sé que debería llamarlo amor,
pero por otra me aterra.
Ya que ha sido culpa de tu sonrisa,
proponme tú un posible nombre.
Ponle nombre al hecho de que hayas provocado en mí
lo suficiente para que haga semanas o meses,
he perdido ya la cuenta,
que hace que no escribo nada.
Al hecho de que estés provocando algo suficiente,
para que esté escribiendo ahora,
y el motivo seas tú.
Ponle nombre al miedo que me da el hecho de que
algo se esté despertando,
al hecho de que no pueda escribirte nada que esté a tu altura,
porque estás haciéndole una verdadera competencia
a los versos de Neruda,
y a cualquier poeta que no hable de ti en su poesía.
Ponle también, un nombre
para despedirte del miedo que me da encaminarme en este camino
y volver a encontrarme con un final,
que va a llevarme de nuevo al fondo del precipicio.

Déjame pedirte algo,
y es que si vamos a caminar en esto juntos...
Por favor, camina al menos dos pasos por delante de mí.
Deja entre nosotros dos pasos, ni uno más.
Y nunca te des la vuelta.
Pero eso sí, llévame de la mano y no vayas a soltarme.
Marca tú el camino, la dirección,
pero por favor, no me marques el ritmo.
Quiero que siempre andes a dos pasos por delante de mí,
porque ir por delante de ti sería arrastrarte conmigo
al lugar de dónde vine,
de dónde me encontraste y sé que ni las vistas
ni absolutamente nada te iba a gustar.
Camina dos pasos por delante de mí,
siempre mirando al frente,
yo te seguiré hasta dónde pueda, a mi ritmo.
Y, así no tendrás que preocuparte si a medio camino abandono,
porque así, no estarás tan perdido,
ante todo, recuerda que eres tú quién marca tu camino.
Camina dos pasos por delante de mí,
y no te gires, ni mucho menos te quedes parado,
no quiero que acabases encontrándote con algún fantasma
y te mande por el camino del que vengo...
No sé qué nombre ponerle a esto,
pero lleva tu sonrisa y la mía,
mi mano sujeta a la tuya
y un sinfín de ganas de hacerlo bien.
Y, por supuesto...
Bienvenido, ahora formas parte de mi poesía.
Tú eliges si sigue como hasta ahora o le das la vuelta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario