viernes, 18 de septiembre de 2015

El amor no necesita palabras


Hoy sé,
que se hará mayor como los demás niños,
que crecerá,
que llegará un momento en que no pueda cogerle en brazos.
Que quizás, no tenga la posibilidad de verlo de cerca.

Sé que se pasará el tiempo,
y yo habré formado parte de su pasado,
y con pequeños esfuerzos he construido una parte estable para su futuro.
Sé que se hará mayor,
y que probablemente nunca vendrá a contarme qué tanto le gusta la chica de su clase,
qué profesor le tiene manía,
qué niño se mete con él en clase,
cómo le ha ido el examen,
no me pedirá ayuda con los deberes,
ni si quiera me contará cómo le ha ido el día.

Probablemente no me dirá nunca si me quiere,
si le hago enfadar,
si me ha echado de menos,
si está cansado de algún juego,
si quiere que le dé abrazos o besos.
Pero yo lo sabré.

EL AMOR NO NECESITA PALABRAS.
Y hasta que no encuentras a una persona así, no lo sabes bien.

Tiene los ojos más bonitos,
aunque no me sostenga la mirada el tiempo que yo quisiera.
Da unos abrazos que te hacen ver que cualquier esfuerzo merece la pena.
Agarra mi mano fuerte, y no la suelta nunca al caminar,
tampoco al dormir.
Cuando ve que le miro, estira de su camiseta,
deja la barriga al aire y acerca mis manos a ella,
le hago cosquillas,
y sonríe tan bonito que sería una putada que algún día perdiera esa sonrisa.
Cuando cree que no le veo,
se desata las bambas,
intenta atarlas solo,
pero reclama mi ayuda,
y cuando menos lo espero,
se tira sobre mí y me llena de besos.
Cuando después del fin de semana,
llego el lunes y le pregunto si me ha echado de menos,
llora.
Cuando le pregunto cuánto me quiere,
me dice “el número 10”.
Cuando le pregunto si quiere un abrazo,
se va corriendo y vuelve corriendo hasta mí
con los brazos abiertos a más no poder.


Seguramente nunca será como cualquier niño que ves pasear por la calle,
pero te enseñará más que ninguno.


A aquellos que veis a cualquier persona con una discapacidad,
grave o leve,
una persona que no tiene la capacidad de hablar,
que no puede andar,
y pensáis eso de “Pobre, qué pena”
y le sonreís amable.


No sabéis que la pena, en verdad,
es no tener a una persona así en vuestra vida.
En serio, no lo sabéis bien.



(No es triste ver a una persona con una discapacidad por cualquier calle, en cualquier tienda, en cualquier colegio...
Lo triste es que no esté en nuestra vida para hacernos mejores personas,
para enseñarnos a valorar,
para darnos paciencia,
para darnos todo el cariño que tienen a cambio del más mínimo gesto)

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